lunes, 9 de febrero de 2015

Somos Occidente (reflexiones sobre Charlie Hebdo)


La masacre perpetrada en Francia por el fundamentalismo islámico contra el semanario Charlie Hebdo habilita una necesaria introspección sobre la historia, la identidad y el sentido de la cultura occidental.
A través de sus revoluciones y luchas sociales, Occidente ha intentado transformar el dolor del hombre afligido por el hombre en derechos mediante los cuales se plasme una idea de la dignidad humana que abarque a la mayor cantidad de personas posibles que habitan en una sociedad. Con este instrumento, en el pasado y en el presente, lucha permanente contra las visiones fundamentalistas que dentro de su cultura todavía siguen intentando desconocer los planes de vida que cada persona quiere llevar a cabo como parte de su biografía existencial.
El motor de los derechos ha posibilitado que las mujeres sean sujetos de derechos y no un apéndice del deseo masculino, que los niños, niñas y adolescentes puedan hacer valer su voluntad ante los padres, que las personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio, que cada uno pueda elegir su identidad de género, que la descendencia sea posible mediante las técnicas de reproducción humana asistida sin que medie una relación sexual “natural”, que se pueda exigir al poder desde la normatividad de los derechos económicos, sociales y culturales políticas públicas efectivas monitoreadas por indicadores confiables, que las minorías titularicen derechos y que su falta de reconocimiento configure  un déficit que debe ser reparado.
La democracia occidental siempre está en crisis porque es susceptible de crítica y cambio. Con sus errores, miserias y deudas intenta construir sociedades donde convivan pacíficamente creyentes y no creyentes. Francia mediante la  constitucionalización de la laicidad como rechazo institucional de cualquier dogma y principio esencial de la forma republicana de gobierno y otros Estados a través de la neutralidad aconfesional constituyen un claro ejemplo de este proyecto. Es justamente por este motivo que existen tensiones multiculturales con el islam en sociedades occidentales. ¿O acaso en una teocracia podría existir una minoría atea que generase controversias culturales por su modo de vida?
La libertad de expresión sin censura previa y con la máxima extensión posible es la que posibilita que la democracia constitucional se nutra de las opiniones y debates de los opuestos. En este ámbito el humor, la sátira y la crítica ácida siempre han sido un  interdictor virtuoso contra toda clase de fundamentalismos que siempre persiguen el aplastamiento normativo, simbólico y físico del otro.
El asesinato cobarde de periodistas por el solo hecho de ser fieles a sus convicciones desmonta la creencia populista de que todos son mercenarios a sueldo (salvo claro los que repiten el credo oficial). Son estos momentos donde Occidente no debe resignar su identidad al articular las repuestas. La racionalidad, los derechos, las luces, la pluralidad impiden toda forma de superioridad moral revestida de venganza sin ataduras. Hoy más que nunca debemos recordar porque somos Occidente en homenaje a Charlie Hebdo.