El
reciente caso donde un médico mató a uno de los ladrones que querían robar su
auto en la localidad de Loma Hermosa, es una situación trágica que obliga a
realizar algunas reflexiones sobre el rol del Estado, la justicia y la
sociedad.
En
la configuración de un Estado que se centra en la plena vigencia de los
derechos receptados por la Constitución y los Instrumentos Internacionales
sobre Derechos Humanos, autores como Luigi Ferrajoli desde una concepción
teórica garantista constitucional, sostienen que en relación a la protección de
los mismos que como deber titulariza el Estado, debe regir la" ley del más
débil" como alternativa a la "ley del más fuerte" que inexorablemente
se aplicará en su ausencia. Frente al delincuente que agrede a una persona, el
más débil es la víctima y el Estado debe tutelar sus derechos de forma efectiva.
Una vez detenido, el más débil es el delincuente ante el Estado, el cual debe
garantizar el debido proceso, asegurar condiciones dignas de detención y evitar
la venganza privada.
La
legítima defensa se configura como una garantía de protección de los derechos ante
situaciones donde se verifica una agresión ilegítima, se exige el uso de un
medio proporcional para repelerla y no debe existir una provocación previa por
parte de quien se defiende. Emerge ante situaciones excepcionales y su
aplicación jurídica no puede perder de vista el contexto, ni tampoco realizar
análisis que exijan la adecuación de los casos a situaciones ideales que solo
se pueden sostener con el diario del día después en la mano. Hay que tener en
cuenta que una persona que delinque tiene un tiempo de planificación, puesta en
marcha y concretización; en cambio una víctima debe reaccionar -muchas veces
para defender su vida o la de sus seres queridos- en un tiempo y con acciones
que no estaban previstas y mucho menos planificadas.
Pensar
que el médico de Loma Hermosa actuó haciendo justicia por mano propia como una
suerte de Batman porteño que recorre las calles en busca de hacer sentir a los
delincuentes el mismo miedo que sienten las víctimas, implica dejar de ver a
quién realmente se debe aplicar la ley del más débil. La repudiable justicia
por mano propia requiere de un plan previo, no existe un peligro concreto y
solamente se busca satisfacer el deseo de venganza por fuera del debido
proceso.
La
notable ausencia del Estado destroza sueños, ideales y planes de vida de las víctimas.
El médico tuvo que matar a una persona joven, dejar de ejercer su profesión en
el lugar de toda su vida, y lo más grave aún, tener que soportar amenazas de muerte
públicas para él y sus hijos por parte de los familiares del delincuente sin
que la justicia actúe y la sociedad reaccione con un masivo rechazo.
Lamentablemente, el médico no tiene a su alcance la misma justicia célere que
tuvo el Presidente de la Nación cuando fue amenazado.
Aún
con todas las deudas sociales pendientes, aún con todos sus fracasos en el
desarrollo de políticas públicas activas, es moralmente relevante que el Estado
recuerde, en este y en otros casos, a quién se aplica la ley del más débil ante
la agresión y el delito.
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