Ayer
nomás afirmábamos en clave futurista que habiendo dejado atrás el hambre, las
guerras y las epidemias como factor de deceso masivo y gracias a la ingeniería
biológica, la inteligencia artificial y los macro datos lentamente el homo sapiens dejaría de existir como tal
y asomaría un homo deus, excelsior, robótico, posorgánicos inmerso en el
sendero de la singularidad tecnológica. Sin embargo, la aparición en la escena
mundial de una pandemia como el COVID-19, en un suspiro, congeló la velocidad
de la globalización obligando a la humanidad a tener que adoptar estructuras
defensivas de naturaleza medieval.
Tarde
o temprano, aún bajo el signo de la tragedia, el COVID-19 será vencido; las
dudas se posan en las consecuencias que su paso arrojará en términos de impacto
concreto sobre el mundo que conocimos y habitamos.
Uno
de los interrogantes que empieza a emerger se vincula con los efectos políticos,
sociales, económicos y culturales que generará "la experiencia
COVID-19" sobre el factor de multiplicación tecnológico que ofrecía hasta
este momento la cuarta revolución industrial ¿Implicará un freno en la
aplicación de la tecnología a nuestras vidas, o por el contrario, acelerará la
llegada como mínimo de ciertos presupuestos transhumanistas a las relaciones
globales? En otras palabras, para volver a tener una vida signada por la
globalización serán el big data, la inteligencia artificial, la nanotecnología,
la modificación de la corporalidad mediante la incorporación de la tecnología
una próxima respuesta colectiva o estas herramientas quedarán confinadas a la
puesta en escena distópica que plantean series como Black Mirrow o Years and
Years o bien películas como Blade
Runner, Transcendence o Autómata.
Vencido
el COVID-19: ¿Como volver a nuestra vida "de antes", y evitar a la
vez, que una nueva pandemia nos arroje al ocaso medieval? La infotecnología y
la biotecnología revolucionariamente proponen reestructurar los cuerpos y las
mentes de los seres humanos para intentar que el cuerpo deje de envejecer. Uno
de los postulados básicos del transhumanismo es justamente la utilización de la
tecnología para vencer el envejecimiento, las limitaciones cognitivas, el
sufrimiento humano involuntario y desarrollar los medios para la preservación
de la vida y la salud. El cuerpo humano finito, degradable, insustituible es el
límite biológico de nuestra existencia, por eso es que antes del COVID-19,
existían planteos sostenidos bajo la consigna ¡Muerte a la muerte! mediante los
cuales no se proyectaba como principal enemigo a las epidemias sino al envejecimiento.
Como en el pasado nuevamente el cuerpo del homo
sapiens se convierte en una amenaza para la vida humana y para la
construcción del futuro post COVID-19. Cuando
en estos días intelectuales como Harari o Ferrajoli claman por la cooperación internacional
tecnológica o por un constitucionalismo planetario en defensa de los derechos
humanos, no hacen más que plantear desde distintas ópticas, la necesidad de expandir
los efectos de la cuarta revolución industrial en términos de incremento tecnológico
proyectado en los derechos. Quizás el nuevo orden mundial emergente esté signado
por la necesidad de la aceleración de los cambios biotecnológicos sobre la
organicidad de los cuerpos, no para vencer al envejecimiento y alcanzar la
amortalidad, sino para evitar que una pandemia global renovada ponga en vilo
nuestros lazos sociales más íntimos.
El
aislamiento preventivo social obligatorio (APSO) impuso un orden simbólico transitorio
de subjetividades digitales. En este tiempo, las relaciones sociales y ciertas
actividades públicas y privadas funcionan montadas a las tecnologías de la
información y la información. Descubrimos que muchas cosas se pueden hacer por
vía digital ¿Qué impacto tendrá sobre nuestras vidas y las instituciones la
digitalización de la autonomía personal? ¿Será posible un cercano advenimiento
de una justicia o un Congreso digital enmarcados en una democracia que utilice
para la toma de ciertas decisiones
colectivas una tecnología de la información descentralizada, fácilmente accesible,
trasparente, segura y sin una autoridad central como el blockchain o cadena de
bloques?
En
tiempos de pandemia, también el discurso jurídico busca su lugar mirando el
impacto de la digitalidad sobre el formato de los derechos y las identidades.
Históricamente el constitucionalismo y los derechos humanos lucharon para
transformar los dolores y sufrimientos de cada época en derechos sustantivos y
garantías eficaces. Irremediablemente, no pasará mucho tiempo para que el
constitucionalismo en clave analógica sea dejado atrás por un
constitucionalismo en sintonía digital.
El COVID-19 enfrenta a la humanidad a tener que
dilucidar si el mundo que vendrá acelerará la construcción de un futuro digital
hasta cierto punto proyectado o bien deberá enfrentarse a una distopía que
corte radicalmente con aquello que fuimos y que deseamos volver a ser.
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